EL BOSQUE... UN LIBRO QUE ME QUITÓ LAS GANAS DE LEER


Si hay reyes que sabían matar a sus predecesores y morir a manos de sus sucesores, esos eran los godos. Ataulfo mató a un general que le hacía sombra y fue muerto por orden de su hermano, Sigerico, cuyo reinado duró solo siete días, suficientes para cargarse a los seis hijos de Ataulfo antes de ser asesinado por partidarios del siguiente. Un par de reyes después, Turismundo sería estrangulado para que ocupase su trono su hermano Teodorico, y, a su vez, el tercer hermano, Eurico, se encargó de hacer lo propio. Y así podríamos seguir con los gobernantes godos de los actuales territorios de Francia y España. Pero también los ingleses tienen sus casos de regicidios. Uno de esos reyes asesinados en circunstancias extrañas y misteriosas fue Guillermo II el Rufo, de origen normando, que desapareció en un bosque y fue hallado muerto posteriormente. 



El bosque, de Edward Rutherfurd, parte con esta historia de fondo para crear un libro larguísimo que se divide en varias novelas cortas, una especie de saga que pretende sostenerse con nexos familiares entre sus personajes. El concepto me recordó —minipunto a su favor— nebulosa y lejanamente a la grandiosa saga de Los pilares de la Tierra. El autor nos arrastra hasta el New Forest, una zona sureña y costera de Inglaterra, para intentar narrar historias que giren en torno a un hecho histórico. Una forma de mostrarnos la vida cotidiana de los habitantes de la isla según las distintas épocas que recorre la novela.
Es de agradecer su intento, pero se queda lejos, muy lejos de resultar interesante, o, rectifico, todo interés queda apagado ante su estilo pesado y cargante. Una cacería de ciervos, por ejemplo, llega a durar veinticinco interminables páginas, en las que te da la sensación de estar viendo un documental televisivo previo a la siesta. No entiendo, me descoloca, cómo es posible que una novela tan mediocre como esta termine por ser traducida a nuestro idioma.
Siempre que cojo un libro entre mis manos me preguntó qué me aguardará en su interior. Qué historia me contará, qué me aportará, me enganchará, será interesante, supondrá un cambio en mi forma de pensar, será, simplemente, un libro entretenido, mejorará mi creatividad… Me hago una y mil preguntas y abro la primera página con el deseo de sumergirme en palabras fantásticas que me trasladen a otro lugar y momento y que hagan trabajar mi cerebro y lo pongan al máximo.
Sufro cuando, pasadas las páginas, las hojas escritas no me aportan nada más que aburrimiento. Soy capaz de proseguir bastante si la escritura no es mala o hay hechos que mueven mi interés. Sin embargo, en la mayoría de los casos, me he dado cuenta de que si algo empieza aburrido, seguirá siendo aburrido. Es lo que me ha pasado con El bosque, novela larga, infinita y pesada. Ochocientas páginas de tostón asegurado. El típico libro que si te saltas hojas no pasa absolutamente nada y puedes seguir leyendo, como si no te las hubieras saltado. Podrías empezar por el principio o por el final, o por el medio, y seguiría siendo lo mismo.
No obstante, esto es solo la opinión personal de quien no ha cogido gusto al libro. Puede que tú sepas disfrutarlo mucho más, encontrar placer en su escritura y engancharte con sus historias pintorescas.    
¿Te atreves con él?
Disfruta de la lectura.
Carlos Álvarez

SINOPSIS

Hay pocos lugares en Inglaterra tan evocadores y misteriosos como New Forest, una vasta zona boscosa situada junto a la costa del sur de Inglaterra. A lo largo de los siglos, este bosque ha sido el escenario de las actividades más diversas: sus tierras acogieron la brujería y el contrabando, pero también sirvieron como coto de caza a los reyes sajones y normandos, y sus robles se emplearon para la construcción de la armada de Nelson.

Personajes de todo tipo y extracción social se asentaron en estos parajes, vidas que se entretejieron llevadas por servidumbres, lealtades, guerras, pasiones e incluso crímenes que socavaron los cimientos de la sociedad en que se perpetraron.
La última novela del autor de London.




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